Debemos entender que con el fin de correr un maratón la mente debe estar fija en un solo punto, el cuerpo necesita estar en buena forma y la intención clara y precisa. Necesitamos también estar motivados y tener una intención con el fin de  preservar nuestra energía  para poder correr la distancia requerida sin agotarnos o sin causar daño a nuestro cuerpo.

De la misma forma, en el camino hacia la Auto-Realización, se necesitan cuatro elementos que trabajen en perfecta sincronía con el tiempo y el espacio. Se necesita el cuerpo físico. Se necesita la mente. Se necesitan las emociones y se necesita el cuerpo etéreo. Estos cuatro cuerpos necesitan estar en el momento presente y necesitan ser contenidos por un cierto espacio o ambiente.

Cuando este fenómeno ocurre, la fuerza vital contenida en estos cuerpos es activada, magnetizada y sellada. Entonces experimentamos un intenso sentido de Una Presencia. Esa Presencia contiene un componente vital para que podamos percibir la verdad de nuestra realidad, la verdad acerca de quien somos en realidad.

Estos cuatro cuerpos (físico, etérico, emocional y mental) son como piezas de Lego. Cada una tiene diferente forma y color, y cada una contiene una intrínseca y definida matriz que despiertan a la materia. Cuando estas piezas de Lego y su potencial se juntan, nos encierran en el Ahora. Nos encierran en nuestro Ser y en una cierta naturalidad. Cuando estos cuatro bloques se juntan crean una base para que las sutiles moléculas del espíritu desciendan en la nave de la materia.  Cuando estos cuatro bloques se enlazan, se crea una tremenda descarga de energía atómica la cual es propia para recibir su complemento, la Conciencia Universal.

La totalidad es cuando estos cuatro cuerpos (físico, etéreo, emocional y mental) navegan en armonía a través de las experiencias de la vida. El estar completo en la materia es cuando estos cuatro cuerpos contribuyen activamente en nuestro destino y en el destino de otros. El estar completo es cuando estos cuatro cuerpos son capaces de discriminar, asimilar, integrar y entregar de una forma neutral y auto-responsable.

Puede que hayamos vislumbrado brevemente la experiencia de la totalidad: una alegría espontánea, vitalidad, perspicacia, y una seguridad sin arrepentimientos frente a la vida interna y externa. Sin embargo, raramente somos capaces de mantener este estado de totalidad dentro de los cuerpos terrenales. Empezamos un sábado por la mañana con ciertas ideas sobre cómo será nuestro día. Lavar la ropa, ir de compras y cena con los amigos. Conforme el tiempo pasa, terminamos haciendo un pastel, yendo a nadar y queriendo estar en un lugar diferente.

En este ejercicio nuestra mente retiene la lista inicial de “lo que se tiene que hacer”, mientras que nuestro cuerpo hace algo diferente. Al ser incapaz de proyectar su intensidad en ninguna de las actividades, nuestro cuerpo emocional generalmente se llena de ansiedad, se inquieta y tiende a la evasión o a retirarse. El cuerpo etéreo, el cual es la plantilla de nuestra salud y fortaleza, se fatiga ya que no tiene un terreno real en el cual actuar. En la parte trasera de nuestra mente todavía tenemos la lista de lavar la ropa, ir de compras y a cenar como asuntos pendientes, lo cual crea un cierto peso. Mientras tanto, nuestro cuerpo físico se vuelve robótico, respondiendo a hábitos o impulsos en vez de actuar de forma holística o natural.

Lo peor de esta subdivisión es que la mente deja trazos en los espacios que visita. Por ejemplo, si seguimos pensando en los amigos que necesitamos visitar, esta intención viaja hacia su espacio e invade su medio ambiente con nuestros deseos. De esta forma, los abarrotamos, los invadimos. Además, una parte de nuestra mente no está a nuestra disposición por lo que perdemos nuestra totalidad. Si tuviéramos en cuenta qué tan seguido hacemos esto durante el día, nos asombraría el poco acceso que tenemos a nosotros mismos y cuan robóticos somos frente a nuestra vida.

A través del proceso de subdivisión, el cual ocurre en nuestra vida diaria al igual que en otras instancias del tiempo, perdemos energía necesaria para ascender. Esta fragmentación, la cual no solo afecta la psique humana, sino también otros reinos (plantas, animales, rocas, ángeles), es la causa principal de nuestra degeneración molecular y del desorden cósmico.

Las consecuencias de la fragmentación nos afectan enormemente. Es una auto impuesta modificación genética en nuestras células, con los mismos efectos de deterioro que se ven al modificar genéticamente los alimentos y animales. El precio a pagar es la devolución – y degeneración – de nuestro potencial para la iluminación.