(Extracto de “Los Derechos Internos”, por Berdhanya Swami Tierra, pág. 165 – 173)
La estructura de nuestro ser, tanto energética como material, está diseñada para evolucionar, crecer y expandirse a todos los niveles.
Este deseo natural de crecimiento está en todos nosotros. A nivel físico tenemos ambiciones de aprender, acumular posesiones o expresar nuestros potenciales en la tierra. A nivel de la “no forma”, tenemos el deseo de conocer lo inmaterial, y descubrir lo que somos detrás de lo material.
También deseamos la realización personal. Por ejemplo, a nivel físico podemos observar el ciclo de nacimiento, crecimiento y muerte.
A nivel místico, observamos que los 5 elementos se desintegran y vuelven a su fuente de origen en el momento de la muerte. El agua vuelve a los mares, el aire a la atmósfera, los minerales a la tierra y el fuego al sol.
Este proceso no es el final. En el momento de desear una nueva reencarnación, estos mismos elementos se reúnen, se armonizan y se sincronizan con la frecuencia que hayas cultivado durante tu vida pasada.
Este reciclaje de la materia es parte de las leyes evolutivas de la creación. Es un deseo divino de progreso y de expansión.
Igualmente, a nivel emocional queremos, ser reconocidos y lograr purificar nuestras emociones. A nivel mental, queremos aprender y refinar nuestra lógica. Estamos diseñados a progresar, expandirnos y crecer.
Examinemos el deterioro de este atributo natural de desarrollo interno.
Ya sea por imposiciones personales o por exigencias culturales, nuestro deseo de exaltar y progresar se vuelve en contra de nosotros mismos.
Tomamos este atributo natural de progresar como una obligación (“tengo que crecer”), o como una identificación (“yo soy mis esfuerzos”, “Si no progreso no soy nadie”).
Esto nos genera un sentimiento de fracaso y de disminución personal, ya que no importa cuánto esfuerzo pongamos en un proyecto, siempre tenemos la sensación de que tenemos que hacer más para “ser”.
Otra manera en que desviamos este atributo natural de progreso interior es vernos como una máquina de producción.
Nos esclavizamos a una agenda y nos comprometemos de sangre y alma a esa agenda. Esto nos robotiza y nos desensibiliza. Pensamos que si no cumplimos con estas imposiciones de “progreso”, no evolucionamos o no tenemos valor emocional.
Esta forma de desviarnos ha sido explorada y aplicada por muchas generaciones, comprobando que no es la manera propicia de reconciliarnos con el flujo natural de evolución y felicidad.
Vivir en el flujo de la evolución, nos proporciona la fuerza, la inteligencia y la inspiración para completar nuestro destino. A nivel generacional (ancestros), podemos reconocer muchas adquisiciones materiales, pero poco progreso interior.
Entonces en que hemos fallado? Que es lo que se nos ha escapado de nuestra visión para realmente vivir feliz y desarrollar nuestras capacidades?
Tenemos que darnos cuenta que somos organismos vivos, semejantes a las plantas. La naturaleza crea una serie de complicidades entre todas sus creaciones, las cuales establecen una simbiosis entre todos los seres orgánicos e inorgánicos.
El crecimiento entre esa simbiosis se da naturalmente. Sólo tenemos que apoyar este crecimiento dándonos permiso para abrir una atmósfera de cuidado, paciencia y nutrición.
Es así como nuestra conciencia crece. Es a partir de una contemplación que nuestras experiencias y elecciones personales estimulan el crecimiento, pero es la naturaleza quien da las pautas de evolución.
Esfuerzo
Los cambios internos que son aplicados con cierto esfuerzo, no producen verdadero cambio.
Observen en sus propias experiencias. Cuando crean una expectativa de cómo algo debe ser, y tratan de forzar ese cambio, al final no es productivo. Pueden cambiar por un tiempo, pero van a volver al estado de desarrollo en el que se encontraban.
El deseo de cambiar, impide el cambio.
La agitación del pensamiento en querer saber cómo cambias, qué es lo que tienes que hacer en la situación A o B, cuál es la mejor manera de actuar, etc., son imposiciones falsas que impiden el cambio real. Aún más, nos roban la fuerza interna que necesitamos para estar alertas al verdadero cambio.
Hay que distinguir el esfuerzo al cual tenemos que responder. Necesitamos esfuerzo para pagar las cuentas, los impuestos, preparar nuestra comida o expresar nuestras ambiciones. Este es un esfuerzo a nivel de la materia.
A nivel interno, emocional o espiritual no se necesita aplicar ningún esfuerzo. Esta es una de las bases del respeto personal: la de no intervenir en asuntos que no necesitan nuestra intervención.
Por ejemplo, si tenemos una herida en una pierna, al principio necesitamos hacer el esfuerzo de limpiarla todos los días para que no se infecte. Pero si no le damos el tiempo que necesita para que se sane solita, los esfuerzos de atenderla todos los días no serán productivos.
El esfuerzo que es natural, ayuda a reafirmar la parte de la autoestima. Nos pone en contacto con que sí podemos cumplir, destacarnos y expresarnos a un 100%. Pero debemos tener claro que no tenemos que transferir esa ley a nuestro ser interior.
Áreas donde necesitas esfuerzo
Para el cuerpo físico
Comienza una rutina de cuidados. Te aconsejo seguir una rutina diaria apropiada para tu constitución.
Por ejemplo:
- Levántate a una hora determinada.
- Haz higiene bucal, incluye el raspado de la lengua.
- Toma agua tibia con limón antes de desayunar.
- Realiza tu sadhana (práctica diaria de Yoga y meditación).
- Desayuna con alimentos tibios y a la misma hora.
- Escoge una actividad que te guste como forma de ganarte la vida.
- Camina en la naturaleza
- Haz servicio de voluntariado.
- Expresa tus emociones sin dramas.
- Ten un hobby
- Cocina tus alimentos.
- Termina el día con una meditación y poniéndote aceite en las plantas de los pies.
- Cuestiona quien eres. Necesitas cierto esfuerzo para responder a tu ser real, para no dejarte convencer por las conversaciones de la mente, y solidificar tu esencia en cada momento.
Se necesita concentración, meditación y dedicación en la práctica diaria, y para ello se necesita esfuerzo.
Como te darás cuenta, ese esfuerzo está dirigido a los 4 cuerpos terrenales: el cuerpo físico, el cuerpo etérico (relacionado con la percepción de nuestro medio ambiente.), el cuerpo emocional, y el cuerpo mental. Estos cuerpos necesitan apoyo para mantener el balance, la energía y la fuerza.
Con el compromiso de seguir una rutina, desarrollamos confianza en nosotros mismos (“me puedo dar”, “siempre estoy ahí para mí”). Ese sentimiento nos fortalece y nos permite tomar riesgos de crecimiento en la vida.
Por otro lado, evita que te identifiques con los resultados de tus esfuerzos.
Si tus esfuerzos son puros y sinceros (es decir, sin una agenda de víctima o de tirano), van a lograr resultados. Se logrará conseguir una maestría, una excelencia y un éxito.
Pero no te duermas en tus laureles y pienses que eso eres tú (“Soy el logro de mis esfuerzos). No abandones la simplicidad, la humildad y la empatía hacia tus semejantes. Teniendo un corazón compasivo y servicial evita que se te suban los humos a la cabeza.
Áreas donde nonecesitas esfuerzo
Pasajes emocionales
En esta área, tenemos que respetar el surgimiento de cualquier emoción.
Si miramos a nuestras emociones como nubes en el cielo, donde constantemente están pasando, vemos que algunas veces las nubes son rápidas, algunas veces son lentas, algunas veces son oscuras y tormentosas y otras claras y majestuosas.
Si seguimos imaginando, cuando damos una opinión, manifestamos un disgusto o un juicio sobre las nubes, estas se paralizan y se quedan congeladas en el “cielo emocional”.
También creemos que tenemos que expresarle a otros todas nuestras emociones para evacuar el sistema. Esto es un concepto errado, y un desgaste de energía. La mejor posición es dejarlas pasar, por medio de la aceptación y la comprensión.
Las emociones son transitorias, y cada experiencia tiene una emoción: algunas placenteras y otras incómodas, pero son todas parte de nuestra paleta de colores, de nuestra vida. Identificarse con las emociones (“Yo estoy bien si estoy feliz”) es un error. Tú no eres los ciclos del cuerpo plásmico que llamamos emociones.
La administración de tu vida
Hay una parte de nuestra vida que necesita esfuerzo, como lo describimos antes, sin embargo hay que distinguir que la vida nos envía señales para nuestros próximos pasos.
No podemos utilizar nuestra mente para planear muy detalladamente nuestro futuro. Podemos tener un croquis general, pero debemos dejar espacio para que la vida pueda co-crear con nosotros.
Tenemos que ser flexibles en recibir señales de cambios y recurrir a nuestros recursos para cooperar con lo que la vida nos ofrece. Esta obediencia crea confianza, y la conquista del misterio nos da un valor interno. La co-creación con la vida nos da energía, vitalidad y alegría.
Cambiar lo que ya eres
Uno de los errores de nuestra sicología moderna es querer cambiar los sentimientos, cambiar nuestra forma de ser, y/o asumir cómo deberíamos ser.
Esta estandarización es una agresividad para el alma. El alma se confunde y no sabe si respetar la maduración de lo que uno ya es, ó forzar otra manera de ser.
Como profesora espiritual, mi trabajo es hacer ver al estudiante que las inmadureces son parte del desarrollo, y que estas tienen un ritmo, y que no podemos imponer un aceleramiento. Todas las partes que nos gustan o disgustan de nosotros mismos, son todas partes de un mismo sistema coherente, completo y perfecto. No hay nada que mutilar, y no hay nada que agregar.
El reconocimiento de tus atributos personales te da presencia. Cuando te defiendes de tus sabotajes mentales, tu presencia se crea. Así nace un magnetismo natural que atrae las oportunidades de tu vida.
Reconoce que cada individuo contiene a todo el universo, expresado en diferentes estados de maduración, y que esa diversidad es la belleza de la creación y la voz del creador. Pretender encontrar otra propuesta de cómo deben ser unos y otros, es una intervención innecesaria.
Si hay disfunciones en la personalidad, se tienen que ver como consecuencia de un exceso de reglas mentales, ya sean adquiridas o escogidas. El compromiso a la meditación, al cuidado personal, y el empoderamiento de nuestros atributos naturales, ofrecen soluciones a la disfuncionalidad personal y a la evolución interior.
Esta manera no agresiva de cambio prueba ser más duradera y dócil.
Cambiar a otros
Querer que otros se acomoden a nuestra idea de cómo debe ser la realidad es una falta de respeto y una agresividad con nuestros semejantes.
Date cuenta que cada persona tiene un tesoro de cualidades diferentes, y en diferentes estados de evolución. Cada uno de nosotros necesita diferentes experiencias para encontrar nuestro valor interno y enfrentarnos a nuestros propios diseños de vida.
El querer cambiar a otros es una inseguridad, y es una evasión de una comunicación efectiva. Es una invasión a los potenciales de convivencia y un riesgo de control y tiranía.
En la diferencias encontramos variedad, oportunidad para el aprendizaje y el estímulo. En la imposición de reglas hacia otros, encontramos frustración y falta de contacto.
Estos son puntos de suma importancia para el buscador espiritual y la liberación personal. En realidad, la libertad personal es dejarse sery regirse por la comprensión de estas reglas de esfuerzo y no esfuerzo.
Si queremos cambiar nuestra realidad, es por una insatisfacción básica: no aceptar lo que somos y la vida que tenemos.
Queremos vivir en el futuro donde podemos tener una fantasía colectiva de cómo seriamos, o queremos quedarnos del pasado como una definición permanente de lo que somos (“Soy así porque me paso esto, o aquello”).
Vivimos bajo la constitución de nuestra mente y bloqueamos la constitución natural de nuestra divinidad humana.
Esa posición bloquea el flujo natural de querer progresar y dirige nuestros esfuerzos hacia áreas que no son realmente significantes.
Tenemos que distinguir entre la inspiración individual de cómo querernos desarrollarnos y la dirección natural que la vida nos da. Básicamente el esfuerzo se aplica a los cuerpos terrenales y el no-esfuerzo a los cuerpos del alma (subconsciente).
Veamos ahora los tipos de riesgos que fortalecen la autoestima y la co-creación con nuestra naturaleza.
El riesgo de afrontar nuestras limitaciones mentales
En este aspecto, primero tenemos que reconocer cuales son las conversaciones internas que no nos permiten expandir. Aquí entran las excusas, los juicios, las proyecciones que hacemos hacia y en los otros, las evasiones y las postergaciones.
Una vez que hayas identificado este lenguaje interno, tienes que confrontarlo. Observar qué es verdad, cuestionarte tu sinceridad, y decidir no conformarte con lo que la mente te dice.
Toma conciencia que lo que la mente te dice en forma de lógica, justificación u opinión es fundamentalmente limitante y errado.
En este paso es importante tener un maestro que te haga ver tus juegos mentales y las máscaras que usas para evadir la verdadera expansión de tu ser.
El riesgo de tomar un espacio nuevo
Si imaginamos que somos un huevo energético y vibracional que desea y está diseñado para expandirse, vemos que no tenemos opción frente a nuestro desarrollo.
En cada momento de nuestra vida tenemos la opción de reclamar interiormente un estado de madurez, con nuevos retos y aventuras.
El juego de vivir es decirle Sí !a las propuestas de la vida, en cada instante, en cada movimiento y en cada decisión interna.
Para esto necesitas neutralidad. La neutralidad se logra con la meditación. Así te cultivas para distinguir entre las oportunidades que tienes que tomar y las circunstancias en las que no es necesario que actúes.
El riesgo de exponer nuestras cualidades
Es frecuente ver que preferimos tomar una posición pasiva frente a nuestros atributos y cualidades. Guardamos esos tesoros debajo del colchón y esperamos que alguien “especial” los vea, los valore y los adore.
Perdemos valor cuando abandonamos reconocer y exponer al mundo nuestros atributos. Ese encogimiento es injusto e innecesario. Dentro de este riesgo está el enfrentarse al qué dirán, y a formar nuestra propia identidad. Esto se elimina siguiendo y obedeciendo lo que sabemos que tenemos que hacer.
Todos somos como los árboles, un día damos frutos, y otro día se nos caen las hojas. Admiremos nuestras estaciones, encontremos la magia, la admiración y la reverencia de la perfección natural. Perdamos el miedo de destacarla, anunciarla y nutrirla con dedicación, compasión y amistad.
Es con esa actitud que nuestros esfuerzos personales se expanden a nivel mundial, y nuestra naturaleza adorna a todo ser con quien tenemos contacto. Apréciate en tu espacio íntimo y acomódate en lo que siempre has sido. Date cuenta que la creación en cada momento hace esa misma función por ti.
La real expansión aparece cuando invitamos el misterio del infinito a danzar en la simpleza de nuestra forma. Lo extraordinario de tu existencia está en lo ordinario de cada momento.